El 1 de enero, la Congregación para el Clero del Vaticano aprobó estas directrices, que fueron presentadas por el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
La decisión, aprobada ad experimentum (a prueba) por un período de tres años, entró en vigor el pasado jueves tras recibir el visto bueno del Vaticano. Las nuevas normas establecen que “la Iglesia, aun respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir en los seminarios a aquellos que practican la homosexualidad”.
Sin embargo, dado que la “práctica” tampoco está permitida a los heterosexuales, este argumento no podría usarse para impedir su ingreso a un seminario. La verdadera línea roja es el celibato, no la orientación sexual.
Las directrices establecen que los candidatos no deben ser juzgados únicamente por su orientación sexual, sino por su personalidad en general y su capacidad para vivir en celibato.
Sin embargo, también estipulan que las personas que expresen abiertamente o actúen según su orientación homosexual, o que apoyen la llamada “cultura gay”, no son elegibles para la ordenación.
Esto representa un cambio significativo respecto a la posición anterior de la Iglesia, que prohibía categóricamente la ordenación de hombres con “tendencias homosexuales profundamente arraigadas”.
Aunque todavía no está claro si estas directrices serán adoptadas en las diócesis católicas de todo el mundo, este avance supone un paso importante hacia los derechos de las personas LGTBIQ+ dentro de la Iglesia.
Este paso histórico ha enfrentado una fuerte oposición de los sectores más conservadores de la Curia y podría ser adoptado por otras iglesias, como la española, actualmente en proceso de renovación en la formación de su clero.