Skip to content

El pasado 24 de junio el Senado de Argentina aprobó la Ley de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero ‘Diana Sacayán – Lohana Berkins’. El proyecto de ley, aprobado con 55 votos a favor, uno en contra y 6 abstenciones, establece que el Estado deberá destinar al menos el 1% de las vacantes de la administración pública a personas trans.

De esta forma, Argentina se posiciona más una vez en la delantera en cuanto a la protección legal del colectivo LGTBIQA+ en América Latina, como ya lo hizo en 2010 cuando se convirtió en el primer país de la región en legalizar el Matrimonio Igualitario. Sin embargo, la aprobación de leyes no es garantía suficiente para la seguridad del colectivo, como nos cuenta el periodista Francisco Ferreyra: “Si bien es notable el avance en el reconocimiento de derechos, las leyes no facilitan la realidad de todos, y aun hoy en día siguen existiendo episodios homofóbicos y transfóbicos”.

Cabe destacar que Argentina fue el primer país del mundo en aprobar, en 2012, una ley de identidad de género cuyos principios se basan en la autodeterminación y en la despatologización. Su texto inspiró tanto a países latinoamericanos como europeos a replantear sus leyes que en muchos casos únicamente permiten el cambio de nombre y sexo previa presentación de un diagnostico de disforia de género, procedimiento que patologiza las identidades trans y va en contra de la recomendación de la OMS, que en 2019 dejó de considerar la transexualidad un trastorno mental.  

Diana Sacayán y Lohana Berkins, homenajeadas en el título oficial del cupo laboral travesti trans, fueron dos activistas pioneras en la lucha por los DDHH de las personas trans en Argentina. En su relato Fran Ferreyra narra cómo ha sido crecer en Argentina siendo una persona LGTBIQA+, recuerda la importancia de la lucha de los activistas que vinieron antes de nosotros y celebra los derechos conquistados en los últimos años en su país:

DESDE SIEMPRE ME CONSIDERÉ UNA PERSONA EXTROVERTIDA. Cuando era niño dibujaba todo lo que se me ocurría, amaba los disfraces y todo lo que tenga que ver con el mundo imaginario que veía en el cine y la televisión. Probé los deportes, pero nunca logré destacar. A mis 9 años, fui víctima del bullying virtual, algo que en los 90 era un mundo desconocido y que me hizo mucho daño. Mientras los rumores corrían yo crecía esquivandolos, al tiempo que desarrollaba mi propia identidad.

Siempre supe que ser macho no implicaba ser agresivo, ni ser rudo te hacía masculino. Por suerte tuve una infancia feliz y crecí con una autoestima sana, gracias a la contención de mi familia. Nací, me convertí, elegí ser “maricón” o como quieras llamarlo. Y sí, crecí orgulloso de eso, pero sin animarme a hacerlo público. Creo que me di cuenta que era diferente por mi forma de percibir mi realidad y mis ganas de vivir la vida, independientemente de lo que pensaran los demás. Entendí que debía hacer actividades que me potenciaran. 

Con el arte y la música como base, tuve la suerte de encontrar un espacio donde podía ser yo. Pasé toda mi etapa escolar haciendo cuanto evento cultural existiera. El proceso de reafirmar mi identidad lo viví junto a un grupo de amigos. Muchos nos sentíamos diferentes y festejábamos que así fuera. Asumir mi orientación sexual fue quitarme esa máscara tan pesada llamada hetero normalidad.

El activista argentino Carlos Jáuregui sembró la frase: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. Gracias a la lucha de muchas personas a lo largo de la historia de mi país, hoy quienes integramos el colectivo podemos vivir de manera libre sin avergonzarnos. Hoy puedo decir que vivo el orgullo como una celebración, la celebración de la vida que me tocó.

Crecí en un país donde, más allá de los prejuicios y la burla, el tema de la orientación sexual siempre se visibilizó en los medios. Hoy en día muchos referentes ejercen un rol protagónico. Argentina cuenta con un gran avance en el reconocimiento de los derechos LGTBIQA+, al punto en que se ha convertido en hogar para muchos refugiados. Las personas del mismo sexo pueden contraer matrimonio. Tienen derecho a cambiar de género, desde la niñez y por la simple autopercepción de la persona. Las familias homoparentales cuentan con una Ley de fertilización asistida. Las personas travestis, transexuales y transgénero cuentan con un cupo laboral en el ámbito público nacional. 

Si bien es notable el avance en el reconocimiento de derechos, las leyes no facilitan la realidad de todos, y aún hoy en día siguen existiendo episodios homofóbicos y transfóbicos. Hoy creo que la parte más difícil la llevan las personas trans, travestis y queers. Debemos seguir luchando contra los prejuicios, la falta de empatía y la desinformación. Y esto se ve reflejado en cada marcha y evento, donde toda una sociedad se moviliza para seguir avanzando.

Sign up to our newsletter